jueves, 22 de septiembre de 2011

Melodía de arrabal




Barrio plateado por la luna…

Salgo de casa por Ferrán,me dirijo a lo que antes llamábamos “almacén” o “granjita” y me paro delante de la reja. Lucía se dispone a atenderme cuando de repente detrás de ese árbol, se aparece él. Viene hablando en voz alta.su figura es delgada y enjuta.
Se acerca, su voz se escucha más fuerte. Viste saco sport de lana sobre una polera a pesar de la tibia noche de los primeros días de setiembre. Lleva un casco amarillo de esos que usan en las construcciones.Se para detrás de mí. Vocifera incongruencias, insulta. El miedo me paraliza. Me aturde con sus gritos.

De pronto se abre una puertita lateral y aparece un morocho alto, la cabeza rapada. Todo un pato vica. Se que el esposo de Lucía,aunque se lo ve poco. Temiendo un desenlace violento apenas levanto los ojos, lo suficiente para descubrir el porqué del apodo con que lo llaman los pibes de la cuadra.En uno de sus brazos gruesos como un tronco tiene un tatuaje del pato Donald.

Cuna de tauras y cantores ,/ de broncas y entreveros,…

El hombre, que no ha percibido su presencia sigue gritando. El “Pato” lo increpa enérgicamente: “¡Che, dejate de gritar! ¿Qué carajo querés?”
El de casco lo mira fijamente un instante, baja la cabeza y comienza a responder con voz casi inaudible, esbozando una sonrisa: -Un paquete de criollitas.
Lucía le da las galletitas y el “loco, loco mío” paga y se arroja de bruces en las sombras de la cortada. Es punto amarillo que se aleja. Me pregunto si tendrá un corzo de astronautas y niños con un vals bailando en su cabeza.

Un arrabal humano/ Con leyendas que se cantan como tangos…

La mujer del otro lado de la reja me alcaza el jabón baja espuma que he ido a comprar mientras me pregunta levantando una ceja -¿Lo conoce? Respondo que no. El mentado “Pato” ha abandonado su papel de matón y se muestra tal cual es, un grandote bonachón. Se acerca y me dice en tono confidencial:” Parece que estudiaba medicina"."Un yogur BC, Negri" solicita una vecina que ha llegado,y luego añade como un murmullo :”Un médico que vino a lo de la de enfrente lo reconoció de la Facultad” a lo que Lucía agrega casi susurrando: “Dicen que es médico, aunque no sabemos si llegó a recibirse”, y se lleva el dedo índice a la sien haciéndolo girar.

Pago y me alejo del coro de cuchicheos.

...Hay un fuelle que rezonga/ En la cortada mistonga…


El ritmo tropical ha comenzado a sonar a todo volumen en una casa vecina.
Quiero alejarme del bochinche, el perfume de los jazmines del Paraguay me pone nostálgica…



...Si, Carlitos, el barrio cambió mucho, minga de rumores de milonga. Usted, con su voz de zorzal los hizo enamorar del tango y los colombianos nos impusieron la cumbia.Y los guapos, bueno, en vez de funyi usan casco y el malevo más pintao se achica ante un compadrito tatuado con un personaje de Disney.

Como para que no se le piante un lagrimón, si ya no hay empedrado,las minas hace rato que dejamos de lavar en la pileta como su santa viejita, todo es light y lo compramos en el “minimarket”, como ahora le baten al almacén. Yo lo comprendo, cómo no se va a poner cabrero si la pebeta linda como una flor que esperaba coqueta bajo la luz del farol hora "mueve la cinturita, usa pollera cortita y es un bombón asesino".

Sin embargo hay algo que sigue igual en este barrio que tiene el alma inquieta de un gorrión sentimental. Porque en un barrio que se precie de tal, pueden cambiar muchas, muchas cosas,pero nadie va a abandonar la sana costumbre de contar chismes. A eso póngale la firma don Carlos...

Imagenes: Fotos de la cortada donde vivo: El "minimarket" y mi casa.
Cuadro de Vanzo,foto "El último baile" y Carlos Gardel, Google.


Publicado a las 0h 6´del 24/09/11

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Réquiem


¿Cuántos años estuvimos juntos? Fueron muchos, muchos...
Yo era inquieta, estaba ávida de nuevas experiencias. Me habían hablado de tu profundidad, tu altura, tu potencia. Quería tenerte.

Llegaste en la plenitud de mi vida. Tu porte europeo me deslumbró, fue amor a primera vista. Tu nombre me habló de amaneceres esperanzados.

Te brindaste solícito. Te abriste frontalmente a mí. Lo reconozco, algunas veces me comporté como una histérica. Llegué a requerirte más de uno, dos, hasta tres, a cualquier hora del día o de la noche. Bastaba que mis manos ansiosas tocaran ciertos puntos, para que te encendieras complaciente ante mis urgencias. Tu calentamiento era automático. Comenzabas con un suave vaivén que desembocaba en un loco torbellino que acababa en un chorro potente, colmándome de un placer en el que veía los radiantes colores del arco iris algunas veces, otras me dabas la paz de una blancura inmaculada.

Nunca permití que nadie, nadie te tocara, eras solo mío.
Le contaba a todas mis amigas lo bien dotado que estabas: tenías un tubo de desagote como de cuatro cm de diámetro, dosificabas los polvos. Algunas suspiraban deseosas de tenerte, otras morían de envidia sin poder disimularlo.

Con el tiempo mis apremios fueron cediendo. Tu fortaleza me había dado serenidad. Tenía la seguridad de que cuando te precisaba estabas presto a complacerme.
Es cierto, con el transcurrir de los años lo nuestro se volvió un tanto rutinario. Pero ahora que mis fuerzas flaquean te necesito más que nunca y creí que estarías siempre a mi lado, porque se que te necesitaré hasta el fin de mis días.

Nunca había imaginado tu finitud, pero el informe fue drástico, terminante, y allí estas, inánime. Es muy difícil para mí admitir la realidad, aceptar lo irreversible. Porque se que eres irreemplazable y siempre te extrañaré, mi fiel compañero, mi amante clandestino... Adiós, mi querido lavarropas Aurora línea europea con carga frontal.
Foto: Google